El Banco Mundial sigue respaldando el desarrollo insostenible. ¿Aprenderá alguna vez? Reseña literaria: Rich, Bruce. 'Foreclosing the Future? The World Bank and the Politics of Environmental Destruction'
Reseña literaria: Rich, Bruce. Foreclosing the Future? The World Bank and the Politics of Environmental Destruction. Island Press, Washington DC y Londres, 2013. ISBN 13:978-1-61091-184-9
Un impactante libro recién publicado por el ecologista Bruce Rich con el título Foreclosing the Future reúne una cantidad ingente de pruebas para documentar cómo los proyectos y la financiación para el desarrollo del Banco Mundial en las dos últimas décadas han continuado causando grandes daños medioambientales locales y mundiales, así como perjudicando a comunidades de los países prestatarios. En este libro también se exponen problemas de corrupción a gran escala en los préstamos y la contratación del Banco, se traza la evolución de las políticas medioambientales y sociales del Banco y se evalúa la eficacia de sus reformas internas ideadas para «integrar en todos sus ámbitos de actuación» las cuestiones medioambientales y sociales, hacer frente a la corrupción y reducir la pobreza.
Partiendo de estudios, evaluaciones de proyectos y exámenes sectoriales del propio Banco, el libro muestra que el Banco Mundial sigue sufriendo una «cultura dominante de aprobación de préstamos» impulsada por un sistema de incentivos perversos que presiona al personal y a los directivos para que presten grandes cantidades de dinero a Gobiernos y corporaciones sin prestar la debida atención a cuestiones medioambientales, sociales y de gobernanza. En 2013 el personal del Banco que llamara la atención sobre riesgos sociales e intentara frenar el procesamiento de proyectos seguía corriendo el riesgo de cometer un «suicidio profesional».
Relatos detallados de proyectos controvertidos del Banco, incluido el de la represa de Yacyretá (Paraguay y Argentina), el del oleoducto Chad-Camerún, el de la represa de Bujagali (Uganda), el de la represa de Nam Theun II (Laos), el de las minas de oro Yanacocha y Marlin (Perú y Guatemala) y los proyectos forestales en la República Democrática del Congo y Camboya, entre otros, demuestran la deficiente implementación de las salvaguardias sociales y medioambientales del Banco Mundial y de la Corporación Financiera Internacional (CFI), que fueron establecidas para proteger el medio ambiente y a los grupos vulnerables.
Entre los problemas persistentes y sistémicos se incluye la infravaloración de los riesgos, las evaluaciones incorrectas de los impactos sociales y medioambientales, la débil integración de cuestiones medioambientales y sociales, y la falta de vigilancia y supervisión. Otro problema crucial es la insuficiente atención prestada a la corrupción y las débiles estructuras de gobernanza de los prestatarios, que en casos como el del oleoducto Chad-Camerún han conducido a la apropiación indebida de fondos del Banco, conflictos sociales y abusos de los derechos humanos. Incluso si se realiza un buen trabajo ambiental y social, en demasiados casos la influencia del análisis en el diseño final del proyecto es limitada, ya que dicho diseño suele favorecer a poderosos departamentos gubernamentales y grandes empresas.
Los esfuerzos de diferentes presidentes del Banco por promover cambios, por ejemplo las profundas reformas de descentralización de James Wolfensohn en los años 90, han debilitado la integración de cuestiones relativas al medioambiente en todos los ámbitos de actuación. Unas reformas posteriores de reubicación de personal medioambiental en los departamentos de infraestructura y energía también han llevado a una menor coordinación interna entre los diferentes sectores y a una mayor marginación de los especialistas sociales y medioambientales cuyo asesoramiento es crecientemente pasado por alto.
La «amnesia institucional», «cultura de arrogancia» e incapacidad del Banco para aprender de errores pasados también son identificadas como obstáculos clave para conseguir resultados sostenibles para el medio ambiente y los pobres. El libro entero resalta cómo la necesidad de abordar las causas fundamentales del deficiente desempeño medioambiental y social del Banco, incluidas las acciones para eliminar incentivos perversos, ha sido presentada a los altos directivos y al órgano rector del Banco desde el informe Wapenhans de 1992. La necesidad de dar prioridad a la gobernanza y al respeto de los derechos humanos también ha sido comunicada infinidad de veces a través de los informes del Panel de Inspección sobre investigaciones de proyectos problemáticos y a través de exámenes sectoriales patrocinados por el Banco, incluido el examen de la Comisión Mundial de Presas (WCD por sus siglas en inglés) y la Revisión de las Industrias Extractivas (EIR por sus siglas en inglés). Aun así el Banco ha optado constantemente por rechazar o hacer caso omiso de los resultados de la mayoría de estos estudios.
En lugar de atender los llamamientos de la sociedad civil para que canalice su financiación hacia modelos económicos alternativos centrados en la reducción de la pobreza, el empoderamiento de las comunidades y la sostenibilidad, el Banco ha optado por respaldar megaproyectos de embalses, energía e infraestructura de «alto riesgo/alta productividad» y está tomando medidas para acelerar los préstamos con el fin de complacer a los países prestatarios que tiene como «clientes». También está dirigiendo préstamos de un volumen cada vez mayor a la subvención de grandes empresas mineras, energéticas e industriales transnacionales a través de la CFI en nombre de la «reducción de la pobreza», cuando los exámenes de su Grupo de Evaluación Independiente (GEI) ponen en duda los beneficios de estas inversiones de la CFI para la reducción de la pobreza.
En resumen, en lugar de aprender de la experiencia que ha acumulado durante décadas de trabajo en el campo del desarrollo, los directivos del Banco y sus «clientes» gubernamentales han opuesto resistencia a las salvaguardias, a las que critican incorrectamente por ser costosas y bloquear los beneficios del desarrollo para los «pobres», cuando todas las pruebas anteriormente mencionadas indican justo lo contrario. Al mismo tiempo el Banco está canalizando más y más financiación a través de préstamos no vinculados a proyectos, por ejemplo a través de intermediarios financieros, préstamos para políticas de desarrollo e iniciativas de apoyo presupuestario directo como el Programa para Resultados, que solo están sujetos a controles medioambientales y sociales limitados y a evaluaciones superficiales de los riesgos.
Este fracaso a la hora de crear un marco robusto de salvaguardia para regular los préstamos para políticas de desarrollo y otros créditos programáticos es una deficiencia letal de sus políticas y una de las principales razones por las que el Banco no ha cumplido su promesa de promover el desarrollo sostenible en los últimos 20 años.
Las desconexiones fundamentales de las estrategias sectoriales y las políticas del Banco Mundial se identifican como otro gran obstáculo para la sostenibilidad. Un ejemplo claro son las políticas y la financiación del Banco para el sector forestal. En los años 90 el Banco se propuso proteger los bosques tropicales y promover la silvicultura comunitaria, pero al mismo tiempo sus préstamos de ajuste estructural a Gobiernos prestatarios, de un volumen mucho mayor, han fortalecido a los importantes impulsores internacionales y macroeconómicos de la pérdida de bosques en países tropicales, incluyendo el apoyo a las devaluaciones monetarias, la liberalización del comercio y la expansión agrícola orientada a la exportación.
También ha quedado patente que las profundas contradicciones de las políticas energéticas y climáticas del Banco Mundial son una de las causas fundamentales de daños al medio ambiente. Al pasar a ser «administrador fiduciario» de los fondos climáticos globales del mundo, incluidos los de programas forestales y climáticos, el Banco Mundial no ha dejado de conceder enormes cantidades de préstamos para la extracción de petróleo y gas, para centrales eléctricas de carbón y para minería a gran escala, todo lo cual provoca daños al medio ambiente, la pérdida de bosques y emisiones masivas de carbono.
Su promoción de un mercado defectuoso de compensaciones de carbono plagado de compensaciones falsas, contabilidades incorrectas del carbono y falsas alegaciones de «adicionalidad» es denunciada por «escandalosa» y por «falta de integridad medioambiental». El autor condena las engañosas actividades mediante las que el Banco facilita el «grotesco» uso indebido de fondos públicos a través del Mecanismo para un Desarrollo Limpio (MDL) para pagar miles de millones de dólares en derechos de emisión de carbono a fábricas y centrales eléctricas de China, la India y Sudáfrica.
El autor llega a la conclusión de que para cumplir con su misión de reducir la pobreza, el Banco debe resistir las presiones de prestatarios poderosos y empresas transnacionales para que «simplifique» y acelere los préstamos y para que les preste dinero sin condiciones. En lugar de intentar competir con bancos del hemisferio sur bajando sus estándares, el Banco debe redirigir sus energías a la construcción de una institución global apta para el siglo XXI mediante la canalización de la financiación hacia proyectos y programas basados en prácticas óptimas con un diseño social y medioambiental robusto y marcos sólidos que prevengan la corrupción y aseguren una vigilancia apropiada y una implementación efectiva.
Las respuestas para una financiación del desarrollo responsable no surgirán de asociaciones público-privadas, ni de la «contabilidad del capital natural» o de astutas iniciativas informáticas, ni de la «blogosfera» o la «ciberutopía», afirma Rich, sino del liderazgo progresivo en el Grupo del Banco Mundial. Eso significa que los líderes deben tener la convicción de enfrentar a la vieja guardia y rediseñar el Banco como institución financiera y banco de desarrollo que valora la atención a cuestiones sociales y medioambientales, la buena gobernanza, el estado de derecho, la equidad y la sostenibilidad.
Además de presentar poderosos argumentos para la reforma, el libro está lleno de hechos relativos al Banco y la financiación internacional para el desarrollo. También documenta dos décadas de campañas de la sociedad civil para que el Banco rinda cuentas y promueva una reforma. Por estas razones resultará muy interesante a defensores y activistas de la sociedad civil tanto del norte como del sur.
Cualquier argumento con el que se pretenda demostrar que este libro ya está anticuado, que las lecciones han sido aprendidas y que el Banco ha cambiado no tienen fundamento: en enero de 2014 el Banco Mundial y la CFI fueron sometidos una vez más a un intenso escrutinio público por financiar agronegocios sumamente destructivos y proyectos de gestión de recursos naturales que conllevan desalojos forzosos y abusos de los derechos humanos en Honduras y Kenia.
Por eso la lectura de este libro es recomendable para el actual Presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, y para aquellos de sus asesores que lideran el último impulso de «modernización» del Banco. ¿Repetirán los mismos errores de las reformas anteriores del Banco Mundial o tendrán en cuenta las pruebas y la experiencia? ¿Abordarán las debilidades sobradamente documentadas, las flagrantes lagunas y los problemas de implementación del sistema de salvaguardias del Banco? ¿Aprenderán de las atrocidades que se están financiando actualmente con fondos del Banco Mundial?
La experiencia con esta institución financiera mundial nos enseña que no deberíamos hacernos ilusiones.
Tom Griffiths, Coordinador, Programa de Financiación Responsable, FPP
Overview
- Resource Type:
- News
- Publication date:
- 17 February 2014
- Programmes:
- Global Finance Climate and forest policy and finance Law and Policy Reform